martes, 10 de noviembre de 2015

¿COCINAS O DISFRAZAS?



A su correo estoy muy hecha, la verdad. Es el único que he manejado desde que me digitalicé, me puse una arroba pegada al nombre  y pude dejar de bajar a la farmacia ocho veces al día a recepcionar y enviar faxes. Que luego compraba -en “devueltas” del favor- que parecía que tenía montado en casa un hospital clandestino.

No me quedaba otra. Era una periodista free-lance con despacho en casa y sin infraestructura –ni un misero mueble vacío- para poner un fax, o una fotocopiadora. 
Pero para lo de dar noticias, la página de inicio de yahoo es muy pero que muy mala. Primero te alarma para obligarte a abrir pestaña -en los dos sentidos-, y luego provoca que se te escape un suspiro de alivio. Y una ya no está para esos carruseles emocionales.
Me pasó el otro día. Leo preocupada un titular que dicta que “si tus hijos te llaman mala es que eres muy buena”.


Ufff…. Me preocupa. Mucho. Que de mí no tienen mucha queja… Abro, sigo leyendo, y descubro que el artículo es referente a la alimentación. Algo así como que cuanto más tiempo tarden y luchen contra comerse la comida del plato, mejor les estás alimentando. Y yo eso no… más bien todo lo contrario.
A sus ojos, más bien soy la “pringada esa” que se viste a las 22:30 de la noche y baja a comprarles sus cereales favoritos para el desayuno porque los han devorado a la hora de la merienda. Y eso que estaban escondidos en lo alto y todo.
También les dejo tomar refrescos con azúcar cuando su llanto supera los decibelios soportados por mi frágil oído. Y no pienso que los establecimientos de comida rápida sean antros de perversión colesteroidea. No. A veces, hasta les convenzo yo para llamar a cualquier “bendito telebasura” cuando se me pasa la hora de la cena y estoy cansada para sacar la olla exprés –que pesa mucho y está guardada al fondo del todo-.
Y no, no me pienso pasar media tarde-noche cocinando unas acelgas con bechamel para que mis criaturitas me las escupan a la cara o sobre el mantel –si hay suerte-. No. Para eso tengo conocimientos de nutrición y sé que las misma dosis de vitamina K que tienen la consigo yo echando una cucharada de perejil fresco a sus macarrones. Tampoco me comen zanahorias ni espinacas, pero sus cuerpos rebosan vitamina A y betacaroteno gracias a los cacahuetes y a los pimientos –que les hago a la plancha- y el melón –que les flipa-, y de momento ninguno lleva gafas.
La vitamina C la exprimo de las fresas y les hago unos batidos que se toman de un trago, y para omega 3 y tal, un puding de merluza en el que la merluza va tan disfrazada que aún no han pillado que tiene relación alguna con el pescado. Lo llaman “la tarta naranja”. Y así con todo. Que en la cena no admito dramas.
En el cole comen de todo, me dicen sus tutores curso tras curso, y hasta repiten pescado cocido y coliflor cuando toca…
¡Serán cabritos! Cuando les pregunté si también daban cenas y desayunos me miraron raro.
No me llamarán mala, pero se salen de percentil -a lo largo-  y es raro el día que se ponen malos.
Además, he conseguido que las ensaladas sean para ellos “esa comida especial” que a veces me ruegan que les haga. Toda una proeza. Que yo, desde los 12 a los 26 años, la única verdura que comí fue la que venía entre pan y pan en el Big King.

martes, 3 de noviembre de 2015

TENGO HORA PARA UNA EXOPLASTIA

Cuando le dije a mi madre que no podía seguir hablando por teléfono porque tenía cita para una exoplastia casi la mato del susto. "¿Pero cómo no me dices nada? ya sabía yo que tenías algo malo... despierto a papá y vamos contigo, ¿te lo cubre el seguro?...". Y así un par de minutos, hasta que me dejó explicarle que me lo hacían en la pelu y que era un tratamiento que ni siquiera implicaba cortar las puntas.



La pobre tenía toda la razón, la verdad. El nombre que le han puesto al tratamiento capilar del futuro inmediato se las trae. Suena, como poco, a excisión con bisturí de algún órgano interno femenino.

Pero me envalentoné, abrí el mail... y fue leer detenidamente la información detallada en la nota de prensa bajo el asunto de "Tratamiento capilar reconstructor y de alisado", y llamar a pedir hora para cuanto antes.

Reconozco que lo del colágeno me tira mucho. Los que me seguís ya lo sabéis. Me lo unto en la piel, me lo bebo, me lo trago con un gran vaso de agua y hasta me lo inyecto si se tercia. Y si hay que ponérselo en el pelo, pues también. Pero lo de utilizar el término "llenado" en lugar de "alisado"terminó de conmover mis fibras capilares.

Lo que no han conseguido las cienes y cienes ofertas de queratina que me han ofrecido en los últimos años lo conseguía esta información. Siempre he pensado que para cuatro pelos que tengo, que se expandan lo que quieran, que no les voy a poner límites, pero esto era otra cosa.

El principio activo que utilizan cumple todos los requisitos del "xxxxxxxx sin". No lleva formol, ni hidróxidos, ni guanidina, ni unas cosas llamadas atenolamina y tioglicolato, que deben ser terroríficas. Se trata de una mezcla de proteínas ¡de colágeno! que pasan por un proceso de nanoparticulación (se hacen diminutas) y cationización para interactuar, como si fueran amigas de toda la vida con las proteínas de nuestro cabello. La consecuencia es una red tridimensional que se encarga de llenar las porosidades del pelo, fortalecerlo y alisarlo cabello a cabello.

De todas las indicaciones del tratamiento, yo las cumplía todas: cabello de volumen indeseable (en mi caso ausente), indisciplinado (igual con unos azotes a tiempo en lugar de tanta plancha...), crespo, sin brillo y coloreado (rigurosamente cada dos meses).

Después de tres horas de ponerme al día con las revistas, salí de The Chi Spa (el sitio donde lo hacen, www.thechispa.com) con el pelo liso, que no lamido, fuerte, con algo más de volumen y grosor, sin puntas abiertas y muy bien nutrido.

Mañana me lavo la cabeza. Ya os contaré...