O un poco más leve…
no quiero exagerar. ¿Pero peligrosa? Un montón. Los amigos te acaban cogiendo
tirria, puede que hasta dejen de llamarte, y te ves obligada a sufrir de jet-lag
cada fin de semana –y algunos jueves de guardar- sin salir del barrio.
Me explico. Los trasnugadores –si me lo permite la RAE-
somos “aquellos seres humanos que nos acostemos a la hora que nos acostemos,
abrimos el ojo a las 7 de la mañana”.
Puede ser un fallo genético, tendencia al insomnio o un
despertador biológico adquirido después de convivir con hijos de los de “a las
6 de la mañana me despierto y te fastidias”… yo qué sé.
Pero claro. Sales y te pasas la noche haciendo la resta. “Si
me voy a casa a la 1, me duermo a las 2 y son cinco horitas… “ y así no hay
quien se relaje o divierta.
Sobre todo cuando miras con cara de asesina al que de
repente decide que la noche es joven y que hay que tomar la penúltima en tal
local y que no seas aguafiestas.
En cuanto hay confianza, empiezas a intentar convencerles de
ir a cenar a las 7:30 de la tarde (¡viva el horario europeo!) y hasta de tomar algo
después a las 9:30… aunque sea en un garito light, alegando que nos podríamos
cruzar con nuestros hijos, y de paso ver qué hacen.
Cuando hago fiestas en casa solo invito a gente a la que
puedo echar a la 1 de la madrugada sin contemplaciones. Les basta verme abrir
la cama o volver con los hielos de la cocina ya con el pijama puesto para irse.
De lo más observadores. Saben de mi problema y son de lo más empático. Además,
justo en el portal hay un local al que siempre les puedo mandar a acabar la
fiesta.
Porque yo, si ya son más de las 4:40 a.m. cuando entro en
casa, prefiero no acostarme y ponerme a trajinar por la casa.
¡Cuántos cajones ordenados gracias a esa última copa que
alguien se ha empeñado en tomar!, ¡cuantos cristales relucientes a consecuencia
de esa amiga entregada que no es capaz de marcharse de los sitios hasta que se
encienden las luces!, ¡cuántas limpias de mail propiciadas por una cena de
“odioso segundo turno”!...
Tengo una amiga que me entiende… una vez para intentar ganar
tiempo y dormirse nada más llegar a casa, se sacó un somnífero del bolso –no me
dejó ver la marca, pero debía ser muy fuerte- y se lo tomó después del segundo
plato. Pero no se lo recomiendo a nadie. La tertulia se alargó y terminó con el
pelo manchado de tarta de queso y las cervicales destrozadas.
Los conciertos que empiezan a las 8:30 y terminan a las 11
de la noche son los mejores. Si hay teloneros, no voy. Y lo mejor que me pueden
proponer es un plan de merienda-cena. ¿Mi
boda? Fue por la mañana, y a las 8 de la tarde estábamos estrenando casa. Como
para empezar un matrimonio con buen pie después de dormir solo 2 horas…